Sabemos que si nuestra casa terrenal, esta tienda
temporal, se deshace, tenemos un edificio de parte
de Dios, una casa no hecha de manos, eterna en
los cielos.
Así vivimos, confiando siempre y
comprendiendo que durante nuestra estancia
en el cuerpo peregrinamos ausentes del Señor.
Pues confiamos y consideramos mejor estar
ausentes del cuerpo, y estar presentes delante
del Señor.
Por lo tanto, estemos presentes o ausentes,
nuestro anhelo es serle agradables.
El transformará nuestro cuerpo de humillación
para que tenga la misma forma de su cuerpo de
gloria, según la operación de su poder.
Amados, ahora somos hijos de Dios,
y aún no se ha manifestado lo que seremos.
Pero sabemos que cuando él sea manifestado,
seremos semejantes a él, porque le veremos
tal como él es.
Pero ahora, Cristo sí ha resucitado de entre
los muertos, como primicias de los que
durmieron.
He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos,
pero todos seremos transformados
En un instante, en un abrir y cerrar de ojos,
a la trompeta final.
Porque sonará la trompeta, y los muertos serán
resucitados sin corrupción; y nosotros seremos
transformados.