Al comenzar su ministerio, Jesús tenía como treinta
años. Fue a Nazaret, donde se había criado,
y conforme a su costumbre, el día sábado entré
en la sinagoga, y se levanté para leer.
Se le entregó el rollo del profeta Isaías;
y cuando abriá el rollo, encontré el lugar
donde estaba escrito:
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido
para anunciar buenas nuevas a los pobres;
Me ha enviado para proclamar libertad a los
cautivos y vista a los ciegos, para poner en
libertad a los oprimidos y para
proclamar el año agradable del Señor.
Después de enrollar el libro y devolverlo al ayudante, se
sentó. Y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él.
Entonces comenzó a decirles: ¡Hoy se ha
cumplido esta Escritura en vuestros oídos.
Y se asombraban de su enseñanza, porque su
palabra era con autoridad.
Pero él les dijo: ¡Me es necesario anunciar el
evangelio del reino de Dios a otras ciudades
también, porque para esto he sido enviado.
Su fama se extendía cada vez más, y se juntaban a él
muchas multitudes para oírle y para ser sanadas de
sus enfermedades.
Pero él se apartaba a los lugares desiertos y oraba.