Te doy gracias, Señor, por tu Palabra, la Santa
Biblia. Me deleita leerla, porque por medio de ella te
has dado a conocer y me has mostrado el camino de
la salvación.
Tu Palabra me es más preciosa que el oro. Es lám-
para que ilumina mi senda y pan que alimenta mi
alma; es agua que refresca y purifica mi espíritu. Es
espejo que me muestra cómo soy y espada en mis
luchas contra Satanás.
La Biblia proviene de ti y por lo tanto refleja lo que
tú eres. Ella es absolutamente confiable, porque eres
fiel y no puedes mentir. Permanece para siempre,
porque tú existes eternamente.
Las Escrituras me instruyen en tu voluntad y me
capacitan para servirte. En ellas escucho tu voz y al
meditar en su mensaje encuentro consuelo y paz.
Con el salmista exclamo, «¡Oh, cuánto amo yo tu
ley!». Tus enseñanzas son el tema de mi cántico.
Impulsado por tu Palabra, elevo mi voz con notas de
loor a ti.