Señor, en este mundo de misterio
Cuya causa no podemos conocer,
Vemos la humildad de los pequeños
Y los grandes su gloria enaltecer.
La viuda que dio lo que tenía,
El joven llevando pan y peces,
El mozo que de cerca lo seguía,
Sin llevar la gloria de sus creces.
Oh Señor, ¿por qué tanto silencio?
¿Por qué no llevan ninguna gloria?
¿Por qué ni sus nombres aparecen
En el gran escenario de la historia?
No te afanes por la vida pasajera,
Ni del cruel olvido tengas pena,
Que las glorias de este mundo son ficticias
Y las glorias venideras son eternas.
Pista
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Arcadio Hidalgo Sánchez, 1981