Señor, tú me has puesto en una familia muy
especial, donde encuentro el amor y él
apoyo de hermanos. Me has colocado en un
maravilloso cuerpo en el cual cada miembro
contribuye para beneficio de los demás.
Me has hecho parte de un nuevo pueblo que
traspasa las barreras de raza, cultura y nivel
social. Es tu Iglesia, y ¡cuánto te agradezco
el inmenso privilegio de ser parte de ella!
Te reconozco como Jefe y Cabeza de la iglesia.
SÍ que te agradamos al reunirnos para
estudiar tu Palabra y alabar tu nombre.
Te honramos al participar de tu mesa.
La comunión entre nosotros y la demostración
de tu amor en nuestro servicio también te complacen.
Te gozas cuando cumplimos tu mandato
de proclamar el evangelio y hacer discípulos.
Espero el día gozoso cuando presentarás a tú
Iglesia perfecta, sin mancha ni arruga.
Mientras tanto, ¡qué hermoso es unir mi voz a
la de mis hermanos en salmos, himnos y
cánticos espirituales!