1. Por la mañana yo dirijo mi alabanza
A Dios que ha sido y es mi única esperanza.
Por la mañana yo le invoco con el alma
Y le suplico que me dé su dulce calma.
El nos escucha, pues nos ama tanto,
Y nos alivia de cualquier quebranto.
Nos da su mano poderosa y fuerte,
Para librarnos de la misma muerte.
2. Cuando la noche se aproxima, tenebrosa,
En elevarle mi oración mi alma goza;
Siento su paz inagotable, dulce y grata
Porque temores y ansiedad, Cristo los mata.
También elevo mi cantar al cielo
Cuando a la tierra baja negro velo.
El sol se oculta, pero queda Cristo,
A quien mis ojos en el sueño han visto.
3. Brilla su lumbre
bienhechora mientras duermo;
Pone su mano sobre mí si estoy enfermo.
Me fortalece, me alienta con el sueño,
Pues es mi Dios, mi Redentor y él es mi dueño.
Y al despertar por la mañana siento
Que Dios invade mi alma y pensamiento;
Veo a Jesús, mi Redentor amado,
Por mi pecado en una cruz clavado.
4. Veo la sangre de sus manos que ha brotado;
Veo la sangre borbotando en un costado;
Una corona con espinas en su frente,
La multitud escarneciéndole insolente.
Pero, ¡qué dicha cuando al cielo sube,
Lleno de gloria en majestuosa nube!
Pero, ¡qué dicha cuando al cielo sube,
Lleno de gloria en majestuosa nube!